Podría pasarme un día entero comentando diferentes anécdotas de mi experiencia cuando estuve casada. La verdad cuando tome la decisión de darme una oportunidad de formar un hogar y compartir mi vida con otra persona lo hice realmente creyendo que al lado de esta persona podría superar obstáculos, desavenencias y ante todo que las cosas fluyeran orgánicamente por los sentimientos recíprocos que ambos decíamos tener el uno por el otro. No entre en una relación, compromiso o matrimonio ilusionada con la perfección, pero si llegue a creer que ambos podríamos mirar hacia el mismo norte y ser parte del mismo equipo. No quiero aprovecharme de este medio para desmantelar cuanto error mi ex esposo cometió, pues de igual manera yo me equivoque quizás inclusive más que él. Muchas veces cuando nos enfrentamos a la realidad de ser madres solteras de cierta manera en el fondo de nuestro corazón quisiéramos compartirlo todo con otra persona. Nos llegamos a sentir como heroínas de nuestra vida y delante de nuestros hijos(a) somos sus héroes, más aun si tu caso es similar al mío donde el padre de tus hijos no conforma parte de su vida cotidiana y en realidad está ausente del día a día. Anhelaba brindarle a mi hija estabilidad, seguridad y que ella sintiera un respaldo sincero de parte de mi compañero, quería que el la viera a ella como su hija y que ella pudiera ver en el esa figura y ejemplo paterno todos los días. Aunque mi hija sostiene una relación con su padre, la distancia y circunstancias han impedido que ellos formen ese vínculo que todas anhelamos para nuestros hijos. A nivel personal en el momento que se presentó esta posibilidad que tanto anhelaba realmente creí que era el momento oportuno de formar un hogar. Muchos pensaran, pero uno no une su vida con otra persona por esos motivos, lo más seguro tengan razón, la verdad es que no me interesa presentar un escenario que no sea genuino y lejos de la verdad.
Qué difícil es aprender a enfrentar nuestras decisiones imprudentes después del hecho, cuando ya todo se ha desplomado y cuando te enfrentas de nuevo a 4 paredes y de repente la única persona que te acompaña es tu hija. Pero es aún más duro cuando te das cuenta que sientes una sensación de paz que te invade y sabes que por más difícil que sea no quisieras mirar hacia atrás. Salí de mi casa, deje atrás mi hogar, mi esposo, mis sueños y anhelos e iba corriendo tan rápido que me quede sin aliento. En ningún momento quiero insinuar que mi ex esposo era el peor de los hombres, para nada, pero le di un si al hombre que le tuve que haber dicho que no pues cuando conviví con el descubrí comportamientos y reacciones inconsecuentes a lo que podía ver al ser su novia y es ahí donde se define la diferencia de todo pues tomamos decisiones por emociones que podrían simbolizar veletas. Aprendí mucho de esto, en realidad el no tomar decisiones a la ligera y dejarnos llevar por el sentimiento del momento y aquellos anhelos sin fundamento a los cuales nos aferramos tanto. La batalla más grande fue darme cuenta que en todo momento sentí zozobra e inquietud pero llegue a pensar que era algo natural debido a que nunca me había casado o compartido mi vida o la de mi hija con nadie. Pues soy una madre muy celosa con mi hija y he tratado de manejar todo lo relacionado a ella con cautela a raíz de experiencias pasadas. Llegue a confiar en él y de corazón creí que sería una influencia positiva para ella, él tiene una hija de su primer matrimonio y llegue a pensar que trataría a mi hija de la misma manera como a él le gustaría que trataran a su niña, con respeto, cautela y compasión hacia sus sentimientos. En varias ocasiones me decía que él sabía que yo permitiría que por mi hija se acabara el matrimonio, la verdad tenía razón pues como madre mi instinto es proteger a mi hija. Esto no significa permitirle a ella que falte al respeto pero tampoco permitir que se lo falten a ella, sea emocional, mental o verbal. Como madre el ver diferentes situaciones entre él y mi hija poco a poco fue causando rechazo y desapego de mí hacia él, el ver que mi hija no se sentía cómoda, protegida, valorada y que no quería llegar a casa fue alerta roja para mí. Creo firmemente que los matrimonios deben de cuidarse y poner de parte y parte para sacarlo adelante y se necesita de compromiso, entrega, sacrificio propio y sinceramente no debe de haber lugar para el egoísmo. Es así como una planta que hay que cuidar porque de lo contrario se muere.
Uno de los retos más grandes con los que me enfrente fue aprender a convivir con otra familia aparte de la que vivía bajo mi techo, pues cuando unes tu vida a otra persona que ya tiene hijos es una dinámica difícil pues hay ciertas situaciones que se canalizan de maneras opuestas. También ambos veníamos de crianzas diferentes y él ya había estado casado y este fue mi primer matrimonio. El carácter de mi ex esposo es muy diferente al mío y no es que esto sea algo malo pero lo es cuando no encuentran terreno para trabajar en armonía, respeto mutuo y dejar de un lado tanta expectativa personal que vienen infundadas por el egoísmo. Es aún más difícil cuando ciertas reacciones empiezan a contaminar el ambiente que es zona de confort para ti y tus hijos, el lugar seguro tiene que ser nuestro hogar y donde podemos ser vulnerables y transparentes. Cuando hay algo en tu alma, tu ser que te grita que ese no es el camino por donde tienes que ir, detente un momento y escucha la voz del Espíritu Santo. También es extremadamente importante sacar el tiempo para consejería pre-matrimonial y más cuando hay familias e hijos de por medio. No significa que porque ambos son cristianos y van a una iglesia entonces llevar una convivencia será más fácil si en realidad no se encuentran sometidos a Dios en todos los sentidos posibles. Muchas veces es mejor estar a solas que estar acompañadas y encontrarnos en abandono emocional y descuido espiritual. El agotamiento mental llega a reflejarse en tu salud física y si tú no estás bien entonces como ayudas y cuidas a tus hijos que dependen de ti.
Muchas personas me han preguntado si me volvería a casar, mi respuesta es la misma solo si Dios quiere y me sucede en la vida ese hombre maravilloso que podría llegar a interrumpir mi vida y la de mi niña con sus encantos y que realmente anhele que Dios sea quien guie su vida y se someta a la sabiduría de Dios, que tenga un carácter íntegro y de ejemplo para mi hija. Dios conoce nuestros anhelos y ante todo sabe que nos va hacer realmente felices. Su palabra nos dice que él nos brinda más allá de lo que podamos imaginar (Efesios 3:20). Que promesa tan maravillosa que a pesar de nuestros errores en su infinita misericordia nos brinda de su paz, gozo y aun nos respalda con un amor que llena todo vacío. Creo firmemente que cada espacio de nuestra existencia viene respaldado por un testimonio de vida donde otros pueden ver que Dios nos proporciona un renacer, nuevas oportunidades y cuando realmente esperamos en él nos traerá ese habibi especialmente para nosotras (Proverbios3:5-6). El transmuta nuestras tristezas en alegrías y fracasos en trinfos.
¡Atrévete a creerle a Dios en todo y para todo en tu vida!