En esta publicación, aprovechando la ocasión quiero deambular por los callejones de dicha libertad, pero en un ámbito espiritual, en Dios como dice la palabra: “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17).
¿Alguna vez has arrancado en Fa y te estrellas con una puerta movediza de cristal? UUUFFF que dolor y muchas veces es tanto el impacto que el golpe te avienta al piso, quedas como ido y de repente pierdes como consciencia y dices: “pensé que estaba abierta la puerta e iba con tanto impulso que no me fije que estaba cerrada”. Aun tratando de recobrarte de la masiva caída y recoger tu vergüenza del piso, te paras lentamente y ese golpe te queda resonando en la cabeza. Qué difícil es levantarse después de toparse con una realidad que no esperábamos y mucho más cuando ya íbamos al compás y vaivén de nuestras infinitas emociones, pues corríamos con tanta “libertad” ¿cierto? Como que nada nos puede detener, tenemos la vía libre a nuestro favor. Que desengaño tan escabroso con el que vivía mi vida anteriormente, creía que era dueña de mi tiempo y mi espacio. Pensé que no tenía ataduras, ni cadenas o grilletes que me sujetaran a ningún lugar en particular. La cruda realidad es que estaba más privada de la verdadera libertad de lo que lograba imaginar.
Anteriormente, tenía como una percepción que estar con Dios como verdadero dueño de mi vida era literalmente renunciar a todo incluyendo mi esencia en contra de mi propia voluntad. Me daba pavor en lo más íntimo de mí ser porque sinceramente no sabía a qué me enfrentaría, yo solo me sentía cómoda en lo familiar, siempre pensé que este caminar con Dios seria como aburrido y tedioso. No quería dejar de ser yo, de ser la Diana relajada con una tendencia a veces hippie que le encanta estar de jeans rotos, camiseta, llena de manillas, tener el cabello alborotado, con poco maquillaje y no empezar a mirar a la gente de lado porque me enteraba de su manera de vivir y me rehusó a ser aquella que se escandaliza con las historias ajenas. Nunca he querido olvidarme de dónde vengo, de donde Dios me saco y creerme merecedora de nada simplemente porque permití que Jesús se alojara en mi corazón. Pensé que perdería mi libertad, como si en realidad me perteneciera y es que ¿en qué momento empecé albergar el concepto que algo es verdaderamente mío? Eso es una falacia del enemigo que usa para entretenerte, distraerte de la verdad. Porque en medio de dicha libertad momentánea te va destruyendo y sonsacando, luego te da el golpe bajo y mientras estas como piltrafa hundiéndote en arena movediza se regodea burlándose de ti. El enemigo es calculador y extremadamente inteligente, él sabe de tus debilidades y flaquezas. Conoce cada una de tus fallas y pecados pues él fue tu guía turístico para asegurar una llegada fija a tu punto de encuentro con la piedra de tropiezo, nunca lo subestimes pues ese sería un grave error. Vivir bajo dominio propio sin la influencia del Espíritu Santo tarde que temprano nos lleva a vivir una vida sin verdadera libertad, el único que nos provee una eternidad sin ataduras es Dios, el único que nos da verdadera libertad en nuestra vida es Dios y ya no vivimos desamparados (Salmos 68:6).
En cada paso que doy al lado de Jesús me doy cuenta que me ama como soy, me acepto tal cual llegue a sus pies y sin criticarme o sentarme en una esquina a juzgar cada uno de mis actos. Por el contrario simple y sencillamente me llamo, me alcanzo y me recibió. Poco a poco ha ido trabajando en mi corazón, en mis anhelos y en mis hábitos. La verdad si me preguntan en que momento deje de sentir placer por lo que antes me traía alegría, no sabría que decir pues Jesús todo lo hace con tanta cautela y precisión que no te das cuenta. Cuando Jesús entre en tu vida y en tu corazón, cuando verdaderamente le entregas tu voluntad y le permites trabajar entonces empiezas a ver su mano moverse como un viento refrescante en tu vida agitada. De repente empiezas a sentir convicción y algunos hábitos te hacen sentir incomodos en tu propia piel, estar en medio de ciertas situaciones ya no te da placer y empiezas a percibir de una manera diferente. Voy aclarar que no empezamos a ser mejor que nuestro vecino o que ahora somos dignos de todo, por el contrario empiezas a sentir humildad en tu corazón y un afán que trae paz a tu alma por sentir cada vez más la presencia de Dios y el calor del Espíritu Santo. Jesús te enamora y tu amor por el crece y se esponja en tu alma, entonces sin haberle tocado con tus manos logras entretejerte entre su amor y lo que antes considerabas tangible en lo humano se transforma por medio de tu fe y logras sentirle en tu espíritu. Sientes su presencia como un palpitar en tu corazón, ese amor por él y que él nunca impone es lo que te impulsa a vivir de una manera agradable ante él, te sientes atraída por esa calidad de vida que él te brinda. Cuando estás pasando por una situación que humanamente no debería traerte paz y te das cuenta que si no fuera por esa paz que sientes no estarías de pie, entonces ese es Dios. Cuando logras mantener la calma mientras por dentro vives una guerra mundial de emociones, ese es Dios, cuando tus hábitos precedentes los vez pasar de frente y no sientes apego hacia ellos, ese es Dios.
Cuando realmente amamos a alguien, no hacemos nada intencional para lastimarlos, ¿están de acuerdo? Jamás lastimarías a tus hijos(a) a propósito, a tus padres, a tu esposo(a) o tus amistades más cercanas porque los amas. Es lo mismo con Jesús, cuando te enamoras de él y lo amas por encima de todo y todos, créeme que empiezas a ser cautelosa(o) con tu manera de vivir de una manera genuina. Empiezas a vivir en libertad porque no vives sometido a los estereotipos de este mundo, de la sociedad en la que vivimos, vives libre de tu pasado y tus errores, ya no te preocupas por impresionar a los demás, de vivir con estigmas y clavados en martirios innecesarios, ya no te identificas por lo que eras, te empiezas a ver de una manera diferente ante el espejo y te das cuenta que somos pasajeros en esta tierra y que vivir atados es irrazonable. En Jesús encontramos verdadera libertad y cuando fallamos tenemos la gracia y misericordia que nos levanta, nos da convicción y trae revelación de nuestro error y nos muestra el camino. Entonces dejas de vivir a las carreras, corriendo sin mirar a quien te llevas por delante con tus decisiones, eres más prudente en muchos aspectos de tu vida y tus debilidades no te gobiernan pues son yugos de esclavitud así nos traigan placeres momentáneas (Gálatas 5:1).
Como dije anteriormente en otras publicaciones, aún estoy en un proceso de aprendizaje y lo que comparto en mi blog son experiencias y resoluciones que a mí me han traído libertad. Quizás no logres identificarte con mis anécdotas y está bien pero alguien allá afuera está viviendo en oscuridad o atemorizada por alguna decisión, alguna situación, en atadura por algún habito y piense que no hay salida y que vivir sometida(o) es verdadero placer y libertad (Lucas 4:18). Mi gente hay mucho más por vivir que lo que humanamente se presencia y una vez permites que el espíritu santo te guie entonces descubrirás un amor palpable que penetra lo profundo de tu ser, sientes con el alma, espíritu y es una sentimiento tan poderoso que hasta tu cuerpo responde. Como todo es un proceso, un andar, caerse y levantarse, despojarse poco a poco, someterse en oración (conversación con Jesús), amplificar en esta relación y comunión con él. Vivir para Dios no es el camino más fácil, aunque fuimos creados por Dios en nosotros ya hay tendencias pecaminosas entonces por lo tanto es una lucha constante en contra de nuestra propia naturaleza. Pero cuando menos piensas miras hacia atrás y vez todo lo que has recorrido y has crecido, cada cima y cada valle de tus montañas, cada tormenta y momento de calma, cada día de escases y abundancia. Es atemorizante enfrentarte a muchos retos sin Fe en alguien, sin fe en un respaldo, en un salvador que te rescate. Dios nunca me ha abandonado y aunque he vivido momentos muy difíciles sinceramente he sentido su paz en medio de cada situación (Salmos 34:19).
Vivir una vida en verdadera libertad no significa ándate, desbócate y has lo que te plazca que la gracia de Dios estará siempre ahí. Vivir en libertad es rendirte a él y seguirle con todo lo fácil y difícil que esto conlleve. Cuando el murió en esa cruz por nosotros y paso por insultos y un calvario en todos los sentidos posibles aun siendo santo, él nunca se detuvo a cuestionar si valía la pena el sacrificio, el no paro a mitad de camino y se rindió y dijo: “hasta aquí los traje yo”, el cargo nuestra cruz hasta el final y gracias a ese madero encontramos verdadera libertad pero solo en él, solo el merece llevarse el título de salvador, redentor y libertador de nuestras vidas.
Bueno por ahora, hasta aquí los traje yo. Espero que reciban muchas bendiciones y que estas palabras traigan convicción a sus vidas. Chao pues!